
La formación espiritual juega un papel crucial en el desarrollo integral de todo ser humano, y es mejor cultivarlo desde edades tempranas, en niños y jóvenes. Más allá del aspecto académico, la educación espiritual contribuye significativamente a la formación del carácter, la educación de la voluntad que trae consigo el bienestar emocional y el desarrollo de habilidades sociales.
La formación espiritual ayuda a los niños y jóvenes a construir una base sólida de valores y principios que guiarán sus decisiones y comportamientos a lo largo de sus vidas. Vivir en forma concreta los valores que inculcan y ejemplifican sus padres, los valores que se profesan y aplican en su comunidad escolar .
La espiritualidad ofrece una fuente de conexión desde el corazón con Dios, el creador de todo , esa conexión que abre la posibilidad de ir conociendo nuestro interior, el microcosmo personal, lo cual produce estabilidad y compasión en momentos de incertidumbre o dificultad. Al aprender sobre prácticas como la meditación, la oración y la reflexión, los jóvenes pueden desarrollar habilidades para manejar el estrés y las emociones, promoviendo un mayor equilibrio emocional y un cuidado delicado y consciente de la salud mental.
Otros de los atributos que ofrece la formación espiritual en los niños y jóvenes es poder animar a explorar su “yo” y propósito de la vida. Dios nos creó únicos e irrepetibles y así mismo cada uno tenemos un propósito para lo cual fuimos creados , descubrirlo con preguntas profundas sobre nuestra existencia; el primer gran paso es desconectarnos con todo lo que provoque el ruido externo y conectarnos con nosotros para poder alimentar nuestra espiritualidad con Dios.
Una sólida formación espiritual promueve la solidaridad y el respeto hacia los demás, lo cual es esencial para construir relaciones saludables. Al aprender a valorar lo diversos que somos los seres humanos, se pone en práctica el valor de la compasión, que no es sentir pena por el otro; es hacer algo para minimizar o eliminar la pena que vive el otro.
Integrar la formación espiritual en los centros escolares proporciona toma de conciencia de replantear y reescribir la pregunta:
¿Qué mundo heredarán nuestros hijos? ¿Qué hijos le vamos a dejar al mundo? El desafío: educar la voluntad y el carácter para poblar el mundo de gente buena.
Por MSc. Raquel Paz Iglesias- Directora General